El cuerpo tiene una estructura -pies, piernas, tronco, cabeza, etc.- y un orden, una manifestación ideal para esta estructura: los pies abajo, la cabeza arriba, el torso en el medio, etc.
Este orden ideal no es estático. Una persona parada quieta, de pie, ejecuta en realidad montones de micromovimientos de re distribución permanente del peso, aunque no sea mas que para compensar los cambios de volumen y forma implicados en respirar solamente, que permiten el recambio constante de los grupos musculares activos: una forma de apoyo del peso es sostenida por el grupo de músculos frontales, otra por los músculos posteriores, otra por los laterales, otra por combinaciones, etc.
Todos estos cambios mantienen un ideal común y constante alrededor del cual se organizan, que es el de verticalidad. Dado que la misma columna vertebral no es recta, y que no hay en realidad casi líneas rectas y mucho menos verticales en el cuerpo, la noción de “verticalidad” se entiende como aquel rango de posiciones en las que las formas naturales del cuerpo se apoyan unas sobre otras, descansando cada una su peso plenamente sobre la anterior, desde el piso como primera parte del cuerpo hasta la coronilla como última.
Cuando se produce esta alineación – apilamiento de manera óptima el resultado más perceptible es, dada la mínima necesidad de los músculos de intervernir para garantizar el sostén, la sensación de “falta de esfuerzo” o “liviandad” en el movimiento.
jueves, 14 de enero de 2010
La vida cotidiana y la degradación de lo óptimo
Esta estructura, que se mantiene óptima cuanto más cercana a la verticalidad -entendida como recién dijimos- está constituída, en orden de importancia, por huesos, músculos y tendones, órganos y tejidos intermedios varios.
Los huesos son la parte más “incorruptible” de la estructura: huesos y cartílagos, salvo malformaciones específicas, congénitas, traumáticas, o adquiridas a través de mucho tiempo, no tienden a cambiar su forma.
Músculos, órganos y tejidos intermedios, en cambio, pueden cambiar su forma de manera mucho más fluída: los músculos porque su función misma es cambiar de forma, dentro de ciertos límites, y los órganos y tejidos intermedios por razones que ya veremos, pueden afectarse mucho entre sí, afectando la capacidad de los músculos de cumplir su función.
En términos generales, todos los tejidos deben mantenerse humectados, fluídos (en el sentido de permitir el tráfico de sangre, agua, linfa y líquidos inter e intra celulares) y adecuadametne separados e identificados entre sí. Cuando un órgano cualquiera no funciona bien produce un cambio en la calidad de los tejidos circundantes, ya sea a través de la liberación de toxinas, del cambio en el ph, en el balance eléctrico o en el tono muscular, empastándolos, secándolos o comprimiéndolos, dificultando a su vez el tránsito de fluídos en un círculo vicioso.
Esto puede ocurrir por motivos puramente mecánicos ó químicos, como una dieta mal balanceada o un excesivo sedentarismo, o por el tipo de motivos que abordamos desde nuestra perspectiva: diferentes formas de somatización. En un sentido amplio, mala dieta y excesivo sedentarismo son somatizaciones porque son conductas que expresan físicamente una realidad psicológica previa a la conducta expresada (o por lo menos en diálogo y realimentación permanente con ella).
Pero estos y otros desórdenes requieren probablemente abordajes diferentes del masaje, ya sea psicoterapia o cursos de cocina sana.
Como veremos, el aprendizaje, la adquisición de nuevos elementos de conducta instintiva y el diálogo y realimentación con la realidad son partes fundamentales de nuestra línea de trabajo.
Así como tal vez la mayor parte de las afecciones orgánicas cae fuera de nuestro ámbito de trabajo, la minoría que sí entra comparte vínculos estrechos con las afecciones musculares, cuya gran mayoría, inversamente, constituye nuestro campo.
Esta vinculación estrecha es doble: por un lado, el mecánico, cuando un órgano funciona mal e “intoxica” a los tejidos circundantes, modifica directamente su tamaño y movilidad, con lo que el juego entre el movimiento de estos tejidos y el de los músculos se ve reducido.
Por otro lado, el somático o expresivo, cada órgano es pasible de afecciones somáticas o expresiones afectivas propias de él.
La idea central es que el cuerpo expresa estados psiquicos (emocionales, intelectuales, etc). Cuando todo funciona bien, estos estados y expresiones concomitantes son fluidos y pasajeros: cambian de dia en dia, reflejando lo que corresponde a cada momento.
Cuando algo anda mal, dejan de ser pasajeros y fluidos y, tanto los estados como su expresión física, se "estancan". Si pasa eso, pueden llegar a "acumularse".
Ejemplo rapido: un dolor (una ruptura de pareja, una perdida X) que uno no quiere asumir y por lo tanto reprime, y por lo tanto perpetúa, dentro de la mente y dentro del cuerpo.
Ese tipo de represiones tienden a producir una o varias somatizaciones específicas.
Siguiendo con el ejemplo, podemos decir que la tristeza de la pérdida produce somatizaciones en el plexo solar (la boca del estómago). Uno siente ganas de llorar, y ya eso solo tiende a contraer la musculatura de la zona, como parte del movimiento del llanto.
Pero además, en caso de represión, se suma a la somatización la tensión muscular con que la persona, inconcientemente, busca anestesiar el dolor o tristeza que se somatiza.
Sobre eso se produce un ciclo de dolor - tensión muscular - represión - más tensión, que termina afectando la postura: el plexo se ahueca, arrastra el pecho hacia dentro, le quita sostén a los hombros y la cabeza, y todo se inclina hacia delante. Al poco tiempo, la cintura empieza a suplir con su propio esfuerzo el equilibrio que se perdió al ahuecarse el pecho y perder la cabeza su sostén "por apilamiento".
Es un ejemplo rápido y ficticio de cosas más complejas pero que pasan en lineas generales de esta forma, y son muy comunes.
Siempre que se produzca algo parecido, la tensión muscular innecesaria derivada de malos hábitos posturales, somatizaciones y represiones, "tira" de los lugares donde los músculos se insertan, acercándolos entre si, modificando la estructura total y restando en términos generales espacio al cuerpo: los hombros se acercan a las orejas, el pecho se reduce de tamaño, las vértebras se comprimen entre sí, dificultando el cumplimiento de todas las funciones, y generando una estructura corporal antieconómica y pesada en el movimiento, que cuenta con menos espacio interno para la libre circulación de los fluidos y la adecuada nutrición celular, que puede comprometer haces nerviosos y que, además, perpetúa y reproduce el mal aprendizaje o la somatización original.
Los huesos son la parte más “incorruptible” de la estructura: huesos y cartílagos, salvo malformaciones específicas, congénitas, traumáticas, o adquiridas a través de mucho tiempo, no tienden a cambiar su forma.
Músculos, órganos y tejidos intermedios, en cambio, pueden cambiar su forma de manera mucho más fluída: los músculos porque su función misma es cambiar de forma, dentro de ciertos límites, y los órganos y tejidos intermedios por razones que ya veremos, pueden afectarse mucho entre sí, afectando la capacidad de los músculos de cumplir su función.
En términos generales, todos los tejidos deben mantenerse humectados, fluídos (en el sentido de permitir el tráfico de sangre, agua, linfa y líquidos inter e intra celulares) y adecuadametne separados e identificados entre sí. Cuando un órgano cualquiera no funciona bien produce un cambio en la calidad de los tejidos circundantes, ya sea a través de la liberación de toxinas, del cambio en el ph, en el balance eléctrico o en el tono muscular, empastándolos, secándolos o comprimiéndolos, dificultando a su vez el tránsito de fluídos en un círculo vicioso.
Esto puede ocurrir por motivos puramente mecánicos ó químicos, como una dieta mal balanceada o un excesivo sedentarismo, o por el tipo de motivos que abordamos desde nuestra perspectiva: diferentes formas de somatización. En un sentido amplio, mala dieta y excesivo sedentarismo son somatizaciones porque son conductas que expresan físicamente una realidad psicológica previa a la conducta expresada (o por lo menos en diálogo y realimentación permanente con ella).
Pero estos y otros desórdenes requieren probablemente abordajes diferentes del masaje, ya sea psicoterapia o cursos de cocina sana.
Como veremos, el aprendizaje, la adquisición de nuevos elementos de conducta instintiva y el diálogo y realimentación con la realidad son partes fundamentales de nuestra línea de trabajo.
Así como tal vez la mayor parte de las afecciones orgánicas cae fuera de nuestro ámbito de trabajo, la minoría que sí entra comparte vínculos estrechos con las afecciones musculares, cuya gran mayoría, inversamente, constituye nuestro campo.
Esta vinculación estrecha es doble: por un lado, el mecánico, cuando un órgano funciona mal e “intoxica” a los tejidos circundantes, modifica directamente su tamaño y movilidad, con lo que el juego entre el movimiento de estos tejidos y el de los músculos se ve reducido.
Por otro lado, el somático o expresivo, cada órgano es pasible de afecciones somáticas o expresiones afectivas propias de él.
La idea central es que el cuerpo expresa estados psiquicos (emocionales, intelectuales, etc). Cuando todo funciona bien, estos estados y expresiones concomitantes son fluidos y pasajeros: cambian de dia en dia, reflejando lo que corresponde a cada momento.
Cuando algo anda mal, dejan de ser pasajeros y fluidos y, tanto los estados como su expresión física, se "estancan". Si pasa eso, pueden llegar a "acumularse".
Ejemplo rapido: un dolor (una ruptura de pareja, una perdida X) que uno no quiere asumir y por lo tanto reprime, y por lo tanto perpetúa, dentro de la mente y dentro del cuerpo.
Ese tipo de represiones tienden a producir una o varias somatizaciones específicas.
Siguiendo con el ejemplo, podemos decir que la tristeza de la pérdida produce somatizaciones en el plexo solar (la boca del estómago). Uno siente ganas de llorar, y ya eso solo tiende a contraer la musculatura de la zona, como parte del movimiento del llanto.
Pero además, en caso de represión, se suma a la somatización la tensión muscular con que la persona, inconcientemente, busca anestesiar el dolor o tristeza que se somatiza.
Sobre eso se produce un ciclo de dolor - tensión muscular - represión - más tensión, que termina afectando la postura: el plexo se ahueca, arrastra el pecho hacia dentro, le quita sostén a los hombros y la cabeza, y todo se inclina hacia delante. Al poco tiempo, la cintura empieza a suplir con su propio esfuerzo el equilibrio que se perdió al ahuecarse el pecho y perder la cabeza su sostén "por apilamiento".
Es un ejemplo rápido y ficticio de cosas más complejas pero que pasan en lineas generales de esta forma, y son muy comunes.
Siempre que se produzca algo parecido, la tensión muscular innecesaria derivada de malos hábitos posturales, somatizaciones y represiones, "tira" de los lugares donde los músculos se insertan, acercándolos entre si, modificando la estructura total y restando en términos generales espacio al cuerpo: los hombros se acercan a las orejas, el pecho se reduce de tamaño, las vértebras se comprimen entre sí, dificultando el cumplimiento de todas las funciones, y generando una estructura corporal antieconómica y pesada en el movimiento, que cuenta con menos espacio interno para la libre circulación de los fluidos y la adecuada nutrición celular, que puede comprometer haces nerviosos y que, además, perpetúa y reproduce el mal aprendizaje o la somatización original.
La vida cotidiana, el trabajo de masaje, la recuperación del equilibrio y la búsqueda de lo óptimo
La función del masaje es deshacer este tipo de bucles, y devolver al cuerpo la estructura que le pertenece.
Esto se logra descomprimiendo la musculatura que por cualquiera de las causas anteriores tienda a permanecer indebidamente contraída, recuperando los espacios adecuados y restituyendo la movilidad y el juego entre tejidos.
El efecto que se busca como garantía de la permanencia del trabajo es, siguiendo el camino inverso de la somatización, generar nuevas sensaciones anímicas de base en la persona.
Para esto no es necesario en absoluto que el masajista conozca o que charlemos absolutamente nada sobre el origen de la somatización.
La forma de trabajo implica la toma de conciencia corporal, pero nuevamente, no es necesaria la conciencia del motivo original de somatización: alcanza con empezar a conocer el cuerpo y notar cómo se siente antes y después del masaje.
A partir de ahi, se da un diálogo interno entre la sensación general previa, la presente y registros anteriores, que desencadena el proceso que el cuerpo considere necesario para volver a la salud.
Así como el cuerpo se cura solo la mayor parte de las lastimaduras, enfermedades y afecciones, el total del organismo usa el mismo poder regenerativo para restituir la salud psicofísica.
El masaje provee a este proceso de estímulo, herramientas y alternativas.
El masajista es, antes que un terapeuta o un “arreglador” de problemas, mas bien un compañero de viaje que provee de la energía kinética (las movilizaciones, etc) y la experiencia que para el cliente sería más complicado o largo conseguir solo, siempre a través del diálogo y las necesidades del momento.
Esto se logra descomprimiendo la musculatura que por cualquiera de las causas anteriores tienda a permanecer indebidamente contraída, recuperando los espacios adecuados y restituyendo la movilidad y el juego entre tejidos.
El efecto que se busca como garantía de la permanencia del trabajo es, siguiendo el camino inverso de la somatización, generar nuevas sensaciones anímicas de base en la persona.
Para esto no es necesario en absoluto que el masajista conozca o que charlemos absolutamente nada sobre el origen de la somatización.
La forma de trabajo implica la toma de conciencia corporal, pero nuevamente, no es necesaria la conciencia del motivo original de somatización: alcanza con empezar a conocer el cuerpo y notar cómo se siente antes y después del masaje.
A partir de ahi, se da un diálogo interno entre la sensación general previa, la presente y registros anteriores, que desencadena el proceso que el cuerpo considere necesario para volver a la salud.
Así como el cuerpo se cura solo la mayor parte de las lastimaduras, enfermedades y afecciones, el total del organismo usa el mismo poder regenerativo para restituir la salud psicofísica.
El masaje provee a este proceso de estímulo, herramientas y alternativas.
El masajista es, antes que un terapeuta o un “arreglador” de problemas, mas bien un compañero de viaje que provee de la energía kinética (las movilizaciones, etc) y la experiencia que para el cliente sería más complicado o largo conseguir solo, siempre a través del diálogo y las necesidades del momento.
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